Que se preparen los que hace unos meses se escandalizaron ante la imagen de Abigail Breslin uniéndose a la carnicería de ‘Bienvenidos a Zombieland’ (película clave para entender el humor de ‘Kick-Ass’), porque todavía no han visto nada. Ahora el terremoto tiene nombre y apellidos: Chloë Grace Moretz, que detrás de un antifaz y una peluca lila esconde a una letal y sádica asesina... de once años. Así se las gastan Mark Millar y compañía, que por lo visto no tienen ningún reparo en saltarse las barreras éticas que haga falta, ya sea para divertir al respetable libre de prejuicios, ya sea para remarcar la crisis moral en la que está sumida nuestra sociedad. En esta línea, es interesante ver cómo una década atrás Andrew Adamson y Vicky Jenson usaron para ‘Shrek’ el “Bad Reputation” de Joan Jett para una simpática escena de slapstick apto para todos los públicos... mientras que ahora suena el mismo tema, sólo que la performance implica a una chiquilla que en vez de hacer los deberes del colegio, va dando brincos y liquidando a base de balazos a un grupo de mafiosos.
Con tanto caos y anarquía, no eran pocos lo fans que temían que la adaptación cinematográfica se edulcorara para no herir demasiadas sensibilidades. Pero afortunadamente, las buenas sensaciones que despertó el anuncio de Matthew Vaughn como director de la película no han caído en saco roto. El realizador británico, que ha cumplido siempre con buena nota en ambos lados del charco (en Inglaterra con ‘Layer Cake’, cinta de mafiosos con ecos de Guy Ritchie y en Estados Unidos con ‘Stardust’, estimable y muy entretenida adaptación del mundo fantástico de Neil Gaiman), sale otra vez airoso de un compromiso nada fácil de superar, y no desaprovecha tan valiosa materia prima. Se le podría recriminar el cojear un poco en algunas escenas de acción y el de tratar con demasiado cariño a sus personajes (tomando como referencia el texto original en el que se basa su film, claro está), pero pocas más quejas pueden plantearse.
Y menos cuando saca a relucir tan bien el encanto de estos quijotescos personajes. Consigue además mantener a lo largo de casi dos horas un ritmo endiablado, merced de un guión cargado de mala leche, unos actores entonados y un uso magistral de la banda sonora. El resultado es un espectáculo estruendoso en el que fluyen las carcajadas y la adrenalina. No es la película definitiva sobre superhéroes -o sobre su desmitificación-, pero sí ha hecho los méritos suficientes para que el Paseo de la Fama de los enmascarados le dedique un rinconcito... aunque éste sea oscuro, apartado, sucio y poco glamuroso